sábado, 30 de abril de 2011

Un cuento irreal



Érase una vez un príncipe, con incipiente calvicie y peinado de abuelo y érase también su hermano cuyo parecido a Chucky, el muñeco diabólico era asombroso y sobre todo éranse que se eran sus primas, dos extrañas criaturas afectadas por una rara enfermedad inglesa que les anulaba por completo el sentido del ridículo. Pues bien, cierto día de plúmbea primavera nuestro adorable soldadito de plomo contrajo matrimonio con una plebeya de aspecto saludable por el rubor de sus mejillas, apasionadísima de eyeliner y con un estilo inconfundible-mente aburrido.
El evento reunió a lo mejor de cada reino y las invitadas lucieron sus mejores galas, atrás quedaron los años en los que las damas se confeccionaban los hábitos con la tapicería sobrante del sillón (aunque alguna no haya perdido el vicio...) o como Escarlata O'hara con las viejas y apolilladas cortinas. En el enlace de nuestros protagonistas imperó el minimal monocolor y algún ropaje realizado con centros de mesa de ganchillo. Tanta real ñoñería se intentó camuflar con espántosas pamelas o imposibles tocados pero el remedio fue peor que la enfermedad ....


   
  


Nada hubiera fallado en tan espléndido día si no hubiera sido porque una de las damas de honor había crecido demasiado en los últimos meses y viendo que su vestido no le valía no le quedó más remedio que lucir el vestido de repuesto de la esposa. Nadie supo jamás a qué fue debido el excesivo crecimiento aunque las malas lenguas dicen que a la fuerte insolación que había sufrido pocos días antes. Este acontecimiento produjo muchos inconvenientes ya que hasta el mísmisimo novio llegada una cierta hora no supo distinguir quien era la auténtica novia.






Faltó solo la vuida negra




La diva hollywodiana






La chica de oro



La rosa delicada



La chica moderna



La hippie



La chica sencilla





Quién sabe si algunas de estas últimas conquistará al soltero de bronce Harry...

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